Un hombre de unos 50 años de edad se presenta a la clínica de su médico para su examen físico anual. Él le dice al médico que nunca se ha sentido mejor y espera escuchar de él que todo anda bien con su salud. Pero en esta ocasión, no resulta como esperaba. En esta ocasión su examen rectal, ese desagradable procedimiento al que se deben someter los hombres mayores de cuarenta años de edad, revela que la próstata está aumentada. “No hay por qué preocuparse”, le dice el médico. “Probablemente no es nada serio, pero voy a ordenar que te hagan algunos exámenes”.
Los resultados de las pruebas no traen noticias muy buenas: cáncer de la próstata. Exámenes posteriores revelan que hay peores noticias: el cáncer se ha esparcido y ha invadido órganos vitales. La cirugía y la quimioterapia no funcionan en este caso, y el hombre muere seis meses después de haberse hecho el examen físico.
¡Pero si él se sentía bien! Él no tenía idea de que el cáncer se estaba esparciendo. Si tan sólo se hubiera enterado de lo que le estaba sucediendo, hubiera visitado al médico y quizá un tratamiento inmediato hubiera sido su salvación.
Esta historia es un buen ejemplo, porque al igual que este desafortunado hombre, cada pareja casada se enfrenta a un enemigo invisible que invade y va destruyendo su relación.
Ambos saben que su relación podría ser mejor, que ya no es lo que era. Pero no hay manera de señalar cuál es la principal razón. No hay manera de saber por qué, y no se puede batallar contra algo si no sabes lo que es.
Para poder conquistar exitosamente un enemigo, primero debes conocerlo y aprender cómo es que opera. Cuando intentes identificarlo, notarás que este problema de control e intimidad está operando en muchas de tus interacciones.
ANALICEMOS LO SIGUIENTE:
Cuando una mujer le pide a su esposo que cumpla con alguna tarea de la casa, el hombre no va rápidamente y cumple con lo solicitado. El se resiste y pelea en contra de cumplir con la tarea. De hacerlo de inmediato ¡Él sería tu sirviente! ¡Sería una marioneta en tus manos! ¡Sería nada menos que el niño de mamá!
La mayoría de los hombres no es que se rehúsen a cumplir con la tarea, sino que siempre dicen “claro que sí, lo haré más tarde”, Y qué sucede con el “más tarde”. Nunca llega. Hasta que la mujer termina haciéndolo ella misma. Tan pronto como él se da cuenta dice ¡pero yo iba a hacerlo ahora!.
Cuál es la razón por la que un hombre reacciona de manera defensiva ante una sencilla petición de su mujer?
La mujer percibe la tarea como un medio para alcanzar intimidad, cuando su hombre la ayuda en los quehaceres del hogar, ella se siente aun más cerca de él. Ella siente como que son un mismo equipo.
Él está resistiendo hacer la tarea porque su control e independencia están siendo retados. O por lo menos, él piensa que así es. En lo más profundo de su ser, la respuesta automática del hombre es “Nadie me va a decir lo que debo hacer”.
OTRO EJEMPLO:
La mujer a preparado la cena, y llama a su esposo a la mesa. Qué hace él? Se toma su tiempo, vendrá cuando esté listo para hacerlo, de pronto lo que está haciendo se convierte en algo sumamente importante o surge algo más que debe hacer. Inconscientemente se rehúsa acercarse a la mesa de inmediato, el piensa “nadie me tiene que llamar, yo voy cuando desee ir”.
Al llamarlo a cenar, lo que la mujer desea es intimidad, la cena no tiene que ver sólo con los alimentos. Es un tiempo familiar, un tiempo para conectarnos, es tiempo para estar juntos.
Para el hombre, lo que él ha escuchado es una orden, e instantáneamente se siente controlado. Será que está loco? Quizá. Pero no deja de ser la realidad. Así es como operan los hombres.
Hombres, no se desesperen, más adelante analizaremos un poco más en detalle a las mujeres. ¡No se lo pueden perder!
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