El poder de nuestras palabras.II

Por Pablo David Tripp

Comencemos por ver lo que ha estado equivocado con Belinda y Samuel. Nuestro pasaje bíblico para diagnosticar es Gálatas 5:13-15:


1. No se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor (13).


Si usted les hubiera preguntado a Belinda y a Samuel si su relación se basaba en alimentar a la naturaleza pecaminosa, ellos enfáticamente hubieran dicho «no». Pero, ellos habrían estado enfática y rotundamente equivocados. Como consecuencia, su relación y la comunicación entre ellos no se desarrolló basándose en la regla del amor que define la Biblia. Desgraciadamente ellos esquivaron la postura de siervo que señala con firmeza este pasaje.


Ellos no le preguntaban a Dios cómo podían ser usados para motivarse uno al otro y respaldar lo que Dios quería desarrollar en la vida de cada uno. No pensaban en cómo podían considerarse unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras (Heb. 10:24). No buscaban maneras de confortarse, animarse, alertarse o enseñarse uno al otro. No percibían las dificultades como una oportunidad de ministrar la gracia de Dios. Tampoco buscaban maneras de ayudarse uno al otro a sobrellevar sus cargas (Gá. 6:2). No escogían palabras que fortalecieran la unidad, el amor y la mutua edificación Él anhelaba realizar su sueño. Ella buscaba disipar sus temores. Samuel y Belinda esperaban ser servidos.


Es aquí donde este pasaje bíblico es particularmente relevante porque nos señala que cuando no nos servimos en amor, no solamente significa que carecemos de amor y de servicio sino que ¡deja de manifiesto que no hemos admitido en la práctica, que estamos activamente alimentando la naturaleza pecaminosa! (Nota del editor: y como consecuencia, estamos propensos a cometer errores y por lo tanto, el perdón debe ser una práctica cotidiana, así como la compasión, comprensión y apoyo mutuo teniendo en perspectiva que Dios quiere desarrollar la imagen de Cristo en nosotros, por medio del poder del Espíritu Santo, sin que esto sea una excusa para que el pecado se convierta en un hábito).

Uno tiene que decidir entre aceptar el llamado del Señor a servir a quienes nos rodean o vivir para complacer los apetitos de nuestra naturaleza pecaminosa, en espera de que otros satisfagan los mismos apetitos. Belinda y Samuel llegaron a entender que ellos habían iniciado su relación con deseos egoístas en lo profundo del corazón. Persiguiendo su meta de tener la perfecta esposa y familia, Samuel se sintió defraudado y enojado cuando vio a Belinda como un obstáculo para sus sueños. A su vez, Belinda, apuntando a su objetivo de autoprotección, desarrolló su relación y comunicación con Samuel dominada por centrarse constantemente en sí misma. (¿Cómo me está tratando el mundo a mí?). Como resultado, ella criticó cada cosa que Samuel dijo e hizo. Entonces, su frustración, se volcó en enojo. Santiago 4:1-2 explica cómo los deseos de Belinda y Samuel afectaron la dinámica de su relación: ¿Qué ocasiona los pleitos y disputas entre ustedes? ¿Esos problemas provienen de los deseos que batallan dentro de ustedes? ¿Buscan algo que no pueden obtener?

La relación de Belinda y Samuel fue de constante conflicto porque sus corazones estaban gobernados por los deseos de la naturaleza Santiago, en la Escritura, habla acerca de los deseos que batallan dentro de nosotros, deseos que desencadenan una guerra para establecer el control sobre la gente y los recursos, en el afán de marcar «su territorio».
La lucha entre los anhelos de tener una familia perfecta y el deseo de autoprotección habían triunfado en el matrimonio de Samuel y Belinda. El resultado fue, como lo describe Santiago, un conflicto permanente.

2. “Toda la ley se resume en un solo mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (14).
Este versículo también arroja luz en el caso de esta pareja. Sus problemas no eran fundamentalmente horizontales (persona a persona), sino verticales (persona a Dios). Si uno está viviendo para la gloria de Dios, si el amor por el Señor se mantiene por arriba del amor a cualquier persona y cualquier cosa, incluyéndose a uno mismo, entonces el enfoque práctico de la vida será glorificar a Dios en cada cosa que uno haga y diga.
El fruto evidente de un corazón comprometido con Dios es que uno ama a su prójimo como a uno mismo. El primer gran mandamiento siempre precede y determina el cumplimiento del segundo. No es posible amar al prójimo como a uno mismo si primero no está amando a Dios por encima de todo. Santiago 4 es otra vez de ayuda aquí. En el verso 4, en medio del razonamiento de las causas y curas del conflicto humano, Santiago introduce el concepto del adulterio espiritual. El adulterio ocurre cuando el amor que fue prometido a uno es dado a otro. El adulterio espiritual se da cuando el amor que pertenece a Dios es dado a alguna persona o aspecto del mundo creado (ver Ro. 1:25).
¡Santiago dice que la raíz del conflicto humano es el adulterio espiritual! Cuando el deseo por cierta cosa reemplaza el amor a Dios como la fuerza que controla el corazón, la consecuencia será conflicto en las relaciones personales. El conflicto tiene raíces verticales que producen el resultado horizontal de los pleitos y disputas.

El amor a Dios que produce que una persona obedezca sus mandamientos, siempre tendrá como resultado el amor práctico hacia su prójimo.
3. Pero siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros (15).

La última parte de Gálatas 5 es una buena descripción de la diaria conversación entre Belinda y Samuel. Se mordían y devoraban uno al otro con sus palabras. Su comunicación nunca fue edificante, fortalecedora o alentadora. Sus palabras estaban llenas de crítica, condenación, manipulación, amenazas, juicio, egoísmo, malicia, exigencias, reglas y venganza. La forma de expresarse revelaba que Samuel y Belinda necesitaban un cambio radical en lo profundo de su corazón. Esto podría alterar fundamentalmente la manera como se hablaran el uno al otro.
El problema no fue que ellos llegaran al matrimonio con conflictos. Y esta es una verdad que se aplica a todos; más aún, Dios diseñó la más significante de las relaciones humanas no sólo para nuestro placer, sino como un instrumento de su continua obra de santificación a fin de que lleguemos a ser para alabanza de su gloria. Como ellos vivieron para ellos mismos y no para Dios, los deseos de su corazón dictaron la respuesta del uno al otro. Se mordieron y devoraron casi al punto de la destrucción. Aún su fe había resultado dañada bajo los escombros de su conflicto.

Hebreos dice que la Biblia es capaz de revelar los pensamientos y actitudes del corazón (He. 4:12b). Es exactamente lo que el pasaje de Gálatas 5 hizo con esta pareja. Porque su relación no fue regida por la ley del amor divino, sino por los deseos de su naturaleza pecaminosa, entraron en cada situación buscando realizar sus propios sueños, deseos y demandas. En su enojo y decepción el uno del otro, se mordieron con sus palabras.

Usando el lenguaje de la perspectiva redentora, en este mundo invadido por el pecado, Belinda y Samuel habían perdido de vista la verdadera guerra que se encubre detrás de las disputas humanas. Ellos habían llegado a pensar que su batalla era contra carne y sangre (humana), así que pelearon entre ellos para lograr los sueños que habían abrigado en su corazón. Sus principales armas fueron sus palabras. ¿Qué podría haber significado para esta pareja hablar «redentoramente» dentro de su situación? Gálatas 5:16 – 6:12 nos conduce paso a paso en lo que significa hablar redentoramente, sin dejar de pasar por alto las preocupaciones de la vida a las que nos enfrentamos todos los días.

1. Hablar redentoramente comienza por reconocer la batalla interna (lea Gá. 5:16-17). Nunca deberíamos permitirnos ver a nuestro cónyuge, padres, hijos, hermanos o amigos como enemigos. Cuando lo hacemos, nuestra meta siempre es ganar, y redentoramente hablando, siempre perdemos. Hay solamente un enemigo que nos avergüenza, manipula, tienta, engaña y maquina cómo distraernos para que olvidemos la batalla real y nos entreguemos a los deseos de la naturaleza pecaminosa.

2. Hablar redentoramente significa no satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa cuando hablamos (ver Gá. 5:16). Todos batallamos con deseos pecaminosos. Cuando algo pasa, la primera reacción es culpar a otros o librarnos de nuestra responsabilidad. Recordamos a menudo todas las veces que esta persona nos ha fallado o deseamos que sufra como nosotros lo hicimos. Quisiéramos ver a esta persona fracasar en su relación con otros. Nos sentimos celosos cuando alguien es apoyado y no somos nosotros los que recibimos esa atención que creemos merecer y deseamos que quien nos ha fallado, sufra todas las calamidades que nosotros hemos padecido. Hablar redentoramente significa decir «no» a la comunicación que nace de esos deseos.

3. Hablar redentoramente significa rechazar mis comentarios a todo aquello que sea contrario a lo que el Espíritu Santo está buscando producir en mí y en otros (lea Gá. 5:16-18). Como cristianos, lo más importante es la culminación de la obra de Dios tanto en uno mismo como en otros. Nunca deberíamos ser un obstáculo de la obra divina que se lleva a cabo en esos breves instantes de la vida. Es en esos momentos cuando Dios lleva a cabo su obra de santificación. Y ahí, mi responsabilidad como cristiano es ser un instrumento útil en sus manos. Cuando hablamos conforme a los deseos pecaminosos, nos estamos comunicando en una manera que es contraria a lo que el Espíritu Santo busca producir tanto en mí como en los demás.

4. Hablar redentoramente involucra una disposición para examinar qué fruto de la naturaleza pecaminosa está surgiendo de mis labios (lea Gá. 5:19-21). Para poder no dar lugar al enemigo debemos estar dispuestos a poner nuestras palabras…

Continuara…

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